Quiero compartir una experiencia que nos sucedió con mi abuelo. Por entonces él vivía solo en un piso y se valía por sí mismo, hasta que un día tuvo un derrame cerebral. Gracias a un vecino que pudo localizarle y ver lo que le pasaba, le llevaron de urgencia al hospital. Allí le diagnosticaron un tumor cerebral con parálisis, por lo que no se podían creer que siguiera con vida.
Lógicamente estábamos todos muy tristes por su estado, pero como ya conocíamos a Dios decidimos creer y aferrarnos a su Palabra que dice en Mateo 18: 19 «si dos de vosotros se pusieren de acuerdo acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos, porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».
Así que en nuestra familia decidimos orar, creyendo que Dios obraría el cambio, sin importar el diagnóstico que nos habían dado sobre el estado del abuelo. Unos días después, al llegar al hospital, los médicos nos comunicaron que tras hacerle un escáner, no habían encontrado ningún coágulo de sangre, por lo que estaba mejorando poco a poco. También nos comunicaron que de seguir así, en unos días le darían el alta. Fue incluso mejor de lo que habíamos podido imaginar. Estábamos contentísimos, tras el diagnóstico inicial tan negativo entendimos que fue un verdadero milagro del Señor. Fue maravilloso.
Hay cosas que se nos escapan de las manos, pero cuando nos entregamos a Jesús y le recibimos en nuestro corazón, él toma todo el control de nuestras vidas.
Susana Torrijos