«Los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen», porque existen los milagros. Cuando Jesucristo anduvo por esta tierra hizo tantos milagros y curaciones, que según uno de los escritores de los Evangelios, resultaba imposible plasmarlos todos en libros, por ser tantos. Y muchos hemos podido comprobar también hoy que es cierto que “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y para siempre”, como dice la Biblia. Él no cambia.
Durante los tres años en los que estuvo predicando, muchísimas personas se acercaron a él, con diversas enfermedades e impedimentos físicos. Durante ese tiempo, Jesús nunca dijo «no» a los que necesitaban un milagro. ¡Hay solución para tu enfermedad! «No puedo», «Ahora no», «No lo mereces»… Nadie se encontró con respuestas así de parte de Jesús. En una ocasión vino a él un leproso rogándole: “Si quieres, puedes limpiarme”. Su respuesta resume el deseo de Dios para tu vida: “Quiero, se limpio”. Y ese hombre, como tantos otros, fue curado de su enfermedad. Todos los que acudieron a él, fueron sanados.
Lo que lleva a Dios a hacer milagros, es siempre el mismo motivo: su amor. Creyendo en el nombre de Jesucristo, hoy mismo puedes recibir una solución y ser libre de la enfermedad. Clama a él.
