¿Se puede vivir solo con esperanza? Solemos decir que lo último que se pierde es la esperanza. En el caso de que esto sucediera, ya no quedarían ganas para vivir ni fuerzas para luchar.
La esperanza siempre se deposita en un acontecimiento futuro. Algunos ponen su espectativa en la lotería, otros en que la crisis pase y aun otros en la herencia que algún día cobrarán. Esta esperanza es muy incierta y está más relacionada con la suerte que con la realidad.
En la Biblia se define la esperanza como un ancla del alma; una seguridad futura, imprescindible para mantener la estabilidad mental y emocional. Al igual que un barco, necesitamos un faro que nos ayude a determinar el curso de nuestra vida. Para un cristiano, la esperanza más segura es el retorno de Jesús y la resurrección de los muertos.
Aunque todo esto define lo que es la esperanza, no contesta realmente a la pregunta de este artículo; por lo tanto, prosigamos. En el último verso del conocido como Poema del amor, el apóstol Pablo nombra las llamadas tres virtudes del cristianismo: fe, esperanza y amor. Así como la esperanza orienta nuestras vidas hacia el futuro, la fe opera en el presente para acondicionar las circunstancias a fin de alcanzar lo que se espera.
¿Se puede vivir solo con esperanza?
Tomemos el ejemplo de Marta cuando murió su hermano Lázaro. Al encontrarse con Jesús, que llegó al lugar varios días después del fallecimiento, ella le dijo: «Más también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará». Observa que Marta usa el tiempo presente al decir «yo sé ahora». ¡Esto es fe! La certeza de los que se espera; la convicción de lo que todavía no se ve.
Jesús respondió a la fe de Marta, diciéndole: «Tu hermano resucitará». Entonces Marta, sin entender lo que Jesús quería transmitirle, lo interpreta como una esperanza futura y le contesta: «Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero». Pero, en realidad, –y vovlviendo al tema de este artículo– no se puede vivir sólo con esperanza. ¡Para recibir un milagro se necesita también fe! Siguiendo con este diálogo, Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá». Marta, ahora con fe en su corazón, vuelve a responder: «Si Señor, yo he creído que tu eres el Cristo, el Hijo de Dios que ha venido al mundo». Ese mismo día Lázaro, su hermano, resucitó de entre los muertos.
Querido amigo, no pierdas nunca la esperanza que tu alma tiene en las cosas que Dios ha prometido. Pero agrégale también ese don de Dios que puede cambiar las circunstancias de tu vida: la fe.
La Biblia dice: «Con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación». Si aún no tienes esta fe, llámanos. Deseamos ayudarte a recibirla.
Ivar Svensson
pastor evangélico
