Un día, sin saber porqué, todo oscureció. Había tenido muchos contratiempos últimamente. Desencuentros, fracasos, desavenencias, en fin, una serie de cosas, pero cosas que al fin y al cabo a mucha gente le pasa. No era la primera vez, pero nunca le había producido tal sensación de profunda negatividad y tristeza, como en esta ocasión.
–Quizá no sea algo en concreto –decía, intentando encontrar respuestas.
–¿Sabes? –comentaba– Es como entrar de repente en un túnel, que parece nunca terminar.
A diario, las personas experimentamos un sinfín de emociones y sensaciones, que pueden ir desde la cumbre más alta, hasta el valle más bajo, en cuestión de minutos. Podemos, en un momento sentirnos los más afortunados del universo, y poco después los más desgraciados. Sin embargo, hay veces que sin aparente explicación, alguien se queda en ese pozo emocional de manera permanente. Un lugar en el que ni siquiera los mejores y más alegres acontecimientos, sirven para aliviar la sensación de total tristeza. Pero aunque no lo parezca, ¡hay una salida!
Existen terapias psicológicas y métodos de autoayuda, para intentar aliviar la depresión. Pero tú no necesitas aprender a vivir en el túnel, lo que necesitas es salir de él. Hay también tratamientos clínicos, sin embargo ¿qué satisfacción real puede haber, teniendo que vivir cada día dependiendo de pastillas? Jesús dijo: «Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas». Esto no es una simple frase filosófica, sino una promesa real; una promesa para ti, ahora. Es algo que no depende de las circunstancias personales que atravieses, ni de los vaivenes que puede haber a tu alrededor. Jesucristo nunca cambia. Por medio de él, hay una verdadera salida de ese pozo de oscuridad. Muchas personas pueden dar fe de ello. Deja que la luz de Jesucristo comience a brillar hoy en tu vida. Si se lo pides, él vendrá a ti.