ZONA180
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«Ya no soportaba más»

hernan3Soy el hijo mayor de una familia de siete hermanos. Hace unos años atrás, pasamos por una época especialmente difícil. Mis padres se encontraban en pleno proceso de divorcio, algo que, como se entiende, afectaba negativamente al ambiente que se respiraba en casa. Esto, unido a una situación de escasez que vivíamos, acabó haciendo mella en mi propia moral, bajando drásticamente mi rendimiento en los estudios. La verdad es que me sentía muy mal, ya no soportaba más, al punto de llegar a plantearme, y hasta a planificar, la mejor manera de suicidarme. Sentía que ya no soportaba más la situación y pensaba que acabando con mi vida se iban a terminar mis problemas; pero, al mismo tiempo, no podía dejar de pensar en mis hermanos pequeños, por los que tenía mucha carga.

Ya no soportaba más

Cierto día, bajando las escaleras del bloque en el cual vivíamos, me encontré con una vecina que, al notarme cabizbajo, me preguntó si me pasaba algo. Le conté la situación de mis padres y lo mal que me estaban yendo los estudios. Me invitó a su casa y comenzó a ayudarme con las matemáticas y el castellano. Al estar allí, noté en ella algo distinto, era especial. Me explicó que eran creyentes en Jesucristo y su evangelio, y me invitó a acudir a una reunión de su iglesia. Yo pensé: “bueno, puede que sea mi última oportunidad, quién sabe; iré a ver”. Al llegar vi a personas de todas las edades arrodilladas y clamando a Jesucristo; pude observar a gente llorando, después todos cantaban, bailaban y oían de la Biblia. Al final me invitaron a entregar mi vida a Cristo y así lo hice, aunque, al mismo tiempo, dentro de mí decía: «será otra religión más». Yo había estado muy desgastado física y psíquicamente, pero esa noche pude dormir como nunca antes. Al levantarme, la mañana siguiente, sentí muchas ganas de vivir y quería conocer más de Jesús. Comencé a leer la Biblia, les hablaba a mis hermanos y amigos de Cristo y de todo lo que decía en la Palabra de Dios. Anteriormente, lo que yo había conocido de él era, únicamente, por medio de imágenes y películas, pero ahora le conocía personalmente. Es verdad que está vivo, nos escucha, hace milagros en cada uno y está en nuestro corazón. Todo esto sucede cuando queremos conocerle tal cual es. Pude descubrir lo precioso y maravilloso que es, y el grandísimo amor que tiene por nosotros.

Un tiempo después, mientras trabajaba en un programa de televisión, inesperadamente, me llamó una amiga. Fue una llamada muy extraña, no hacía más que repetir una y otra vez: «quiero que te encargues de mi hijo». Me contó, muy angustiada, que estaba divorciándose y que ya no soportaba más esa situación. «Estoy a unos centímetro de las vías del metro y ya viene ­ ̶ me dijo ̶ no puedo más. Estoy dispuesta a tirarme». Sin pensármelo dos veces le grité por el teléfono: «No lo hagas. Sal corriendo de ahí y abraza a tu hijo. No lo hagas». Gracias a Dios me hizo caso, y unos años más tarde ella también se entregó a Jesucristo y su vida cambió. Estaba muy agradecida y el chico llegó a tratarme como si fuera su tío. El Señor primero me ayudó a mí y estoy tan contento de que me pudiera usar, de esa manera, para ayudarla a ella. ¡Cuánto amor y misericordia tiene el Señor Jesucristo por nosotros!

A las personas que se sienten desesperadas, como yo me sentía, o como mi amiga, les diría que esas etapas en la vida son temporales y las circunstancias pueden cambiar; y, sobre todo, que entreguen sus vidas a Cristo y le podrán conocer como un Dios vivo, amoroso y milagroso. Tenemos que dar gracias por la vida porque, para Dios, tiene mucho valor y todos tenemos un propósito. Nos ama tanto y su deseo es que vivamos con Él hasta el fin.

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